La educación es un proceso que tiene como propósito la formación integral de la persona. Un ser humano se educa en varios niveles a lo largo de toda la vida y cada nivel es parte de un proceso evolutivo en su desarrollo cognitivo. Es por tal motivo que un plan curricular debe contar con una organización que incluya el desarrollo de diversas áreas que se complementen para asegurar una formación integral. Es esta complementariedad la encargada de asegurar una articulación y secuencialidad desde las primeras etapas de aprendizaje –la educación inicial- hasta las últimas etapas –los estudios de postgrado-. Una correcta secuencialidad entre todas las etapas implica una coherencia pedagógica, integralidad y continuidad. En cada etapa se debe de considerar que hay capacidades, conocimientos y actitudes que se pueden ir desarrollando paulatina e independientemente, formando estudiantes capaces de asumir diferentes situaciones con versatilidad y capacidad de adaptación.
Los docentes tienen la responsabilidad de desarrollar las capacidades del estudiante y orientarlo en el aprendizaje de los diferentes conocimientos científicos, disciplinas y saberes, enfatizando en la producción de competencias para la vida, de tal manera que los alumnos logren edificar su propio proyecto de vida que les permita enfrentar con éxito el futuro.
Cada etapa de aprendizaje debe considerar las características singulares de los alumnos, sus necesidades, creencias, cultura y lengua; es decir, su diversidad, a partir de esto incorporar y priorizar en temas que surjan de la realidad a la que responda el entorno, temas que conciernan a problemas nacionales y asimismo de alcance mundial que ameriten una atención especial, previstos desde el interior de todas las áreas curriculares, impregnando cada área para orientar la práctica educativa y todas las actividades que se realicen dentro de la institución, en consecuencia deben estar presentes como lineamientos de orientación para la diversificación y el programa curricular.
